“El paisaje social en que se forman las nuevas generaciones lleva consigo el germen de la violencia y la destrucción. Cuando consentimos la crueldad en cualquiera de sus manifestaciones. Estamos, sin ser conscientes de ello, aportando a la escalada de ferocidad que nos rodea y que se avecina cada vez con más fuerza. Los bombardeos de Francia y sus aliados, a poblaciones civiles en Siria (aunque allí se refugien también algunos asesinos del otro bando), son tan condenables como los asesinatos cometidos contra los civiles en Francia o en cualquier otro lugar del mundo. Tanto es la atmósfera social cargada de crueldad, que en Europa hoy se plantea dar clases de Estado de Guerra a los niños en las escuelas. ¡Qué formato! ¿Qué futuro se quiere lograr con entrenamientos para la guerra y no brindar las mínimas herramientas para un proceso de transformación personal y social que nos lleve a la Paz evolutiva?

Y si alguien piensa que esos acontecimientos se dan en lugares lejanos, que piense en la raíz de los problemas de violencia locales y verá que los más jóvenes van regenerando el paisaje en el que ellos mismos se formaron.

Sin embargo, la esperanza también golpea la puerta de cada corazón y de cada ser humano en este mundo. Y es cuando uno mismo comienza a hacerse cargo de ser el antídoto para esta enfermedad aparentemente ineludible: la violencia tiene remedio y cada uno es parte de la fórmula. Cada cambio positivo, cada reconciliación, cada mirada profunda sobre la propia vida y sobre los seres humanos que tenemos frente a nosotros, suma a un nuevo paisaje que nace, ante una cultura de virulencia que ineludiblemente muere. Construyamos y consolidemos juntos una nueva cultura cargada de Paz, de Fuerza y de Alegría. Esa es la principal bandera de las mujeres y hombres valientes de esta época”.